26 agosto 2007

TRAS LA BIBLIA (2): EL PARAÍSO TERRENAL (GÉNESIS 2).


El relato del segundo capítulo del Génesis tiene un tono muy distinto al primero. Se menciona que en el día de la Creación, Dios crea todas las cosas, y al final de las cuales, crea al hombre, a Adán, por el consabido método de moldearlo en barro e insuflarle el aliento de la vida. Luego, para que culmine el trabajo de la Creación, manda llamar a todos los animales, a los cuales Adán pone nombre. Sin embargo, como no se encuentra a ninguno capaz de igualarse con Adán, Dios crea a Eva, a partir de la celebérrima costilla, ante lo cual Adán dice feliz que "será llamada varona, porque del varón ha sido tomada"... (en hebreo, la palabra utilizada es el femenino de "hombre", por lo que la expresión no puede ser vertida fielmente al castellano).

Aquí empiezan a surgir los problemas de interpretación sobre la Biblia, porque la verdad es que el texto contradice en numerosos puntos al capítulo anterior. No hay creación por la palabra, sino que Dios recurre al pedestre método de moldear a sus creaciones en barro y meterles la chispa de la vida, como una divinidad grecorromana cualquiera (de hecho, eso es lo que hace Prometeo, entre los griegos). También contradice al capítulo anterior cuando señala que los animales fueron creados después que el hombre, mientras que en el texto anterior fue al revés. Y finalmente, después de todo eso, es creado Eva, mientras que el capítulo primero daba a entender que ambos habían sido creados al mismo tiempo. ¿Qué ha pasado...?

Como comentábamos, es probable que Esdras, o al menos alguien cercano al entorno de Esdras, un escritor conocido en los círculos académicos como el Sacerdote o la Fuente Sacerdotal, escribiera el capítulo 1. ¿Quién entonces, escribió el capítulo 2? Por descontado que no fue el Sacerdote. El estilo literario de ambos choca visiblemente, porque el escritor del capítulo 2 es florido y poético, mientras que el Sacerdote es seco y legalista. La única explicación posible es: ambos textos son de autores distintos, y fueron refundidos en uno solo, sin omitir las contradicciones.

¿Quién escribió el texto del capítulo 2? Hay algunas pistas rastreando los otros capítulos que son su responsabilidad en el Génesis y los libros subsiguientes. El autor del capítulo 2 era una persona versada en mitología, y debía conocer muy bien la Epopeya de Gilgamesh, un antiquísimo poema épico de Sumeria, anterior en a lo menos mil años a las partes más antiguas de la Biblia. En la Epopeya se describe a los dioses con un estilo que calza a la perfección con los métodos de alfarero que usa Dios para crear a Adán y a Eva (la historia del Diluvio de Noé, que mencionaremos después, está calcada de un episodio de la Epopeya, el Diluvio de Upnapishtim). Este autor, por tanto, adaptó una leyenda sumérica que ya era antigua en sus días, y que debía conocer porque la religión sumérica era conocida en todo el Medio Oriente. Sabemos esto porque se han encontrado tablillas con fragmentos de la Epopeya de Gilgamesh en toda la región, y además porque hay numerosos dioses que tienen nombres parecidos en la región: así, la sumérica Ishtar se corresponde con la Astarté fenicia, con la Arinna hitita, y con la Aserah cananea (la Arinna hitita, a su vez, dio origen a la Cibeles frigia, que pasó a la mitología griega, y después a la romana bajo el nombre de Rea, e inspiró a los cristianos para modelar, a su imagen y semejanza, a la Virgen María).

Se desconoce quien fue este autor, pero por su manera de trabajar el hebreo, mucho más arcaica que el Sacerdote, se piensa que vivió a lo menos unos 400 o 500 años antes, quizás hacia el año 900 u 800 AC. Su empresa parece haber sido la de escribir una historia del Pueblo Elegido, desde la mismísima Creación en adelante. Así, el actual capítulo 2 del Génesis habría sido el inicio de su historia.

La identidad de este autor permanece desconocida. Sin embargo, se sabe que a partir del episodio de la Zarza Ardiente contenido en el Exodo, llama a Dios por el nombre YHVH (Yehú o Yahu, que pasó hasta nosotros como Yahveh), por lo que se lo llama académicamente el Yavista, o bien la "Fuente J". El primero que escribió sobre su posible existencia, fue un erudito francés llamado Jean Astruc, en 1753. El Yavista escribió en el tiempo de crisis de los hebreos (cuando estaban divididos en dos reinos, Israel al norte y Judá al sur), y su relato es proclive a los intereses de Judá, en particular repasando su abigarrada historia política con el vecino reino de Edom. Se asocia al Yavista con el sacerdocio de Aarón y el santuario de Jerusalén (volveremos sobre esto más adelante, en particular cuando entre en escena su gran rival, el Eloísta).

Estamos entonces ante uno de los relatos más antiguos de la Biblia, escrito por un autor que no conocemos, y al que llamamos Yavista, y que busca escribir una historia del pueblo hebreo desde el origen más remoto de los tiempos. Su historia parte con este capítulo 2, en donde describe a Dios y Adán en términos que cualquier estudio mesopotámico de la mitología hubiera celebrado como bastante ortodoxos. Nos volveremos a encontrar en lo sucesivo al Yavista, así como al Sacerdote, en varias otras ocasiones y contextos.

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