11 febrero 2007

PERIPECIAS RELIGIOSAS DE LA UNIFICACIÓN CHINA.

Muchos miran a China como una especie de vasto territorio inmutable que desde el alba de los tiempos no hubiera cambiado nada hasta el día de hoy. Sin embargo, hasta llegar a la imposición de las clásicas doctrinas de Confucio, hubo una serie de peripecias en las que distintos señores chinos apostaron por varias filosofías y religiones. El Ojo de la Eternidad cuenta la portentosa historia de la primera unificación de China, desde el punto de vista de la religión.


[IMAGEN SUPERIOR: Estatua de Shi Huangti, primer emperador de una China unificada, en Saanxi, no lejos de donde está el famoso ejército de terracota a escala natural que éste mandó esculpir para su tumba. Shi Huangti fue el máximo representante del legalismo, una siniestra filosofía que fracasó víctima de su propio éxito].

LAS ESCUELAS FILOSÓFICAS CHINAS.
Durante su período de crecimiento como civilización, China fue gobernada por un ente político llamado el reino de los Chou, ya que éste fue el pueblo que lo fundó y gobernó. Sin embargo, hacia el año 771 AC, se produjo un violento quiebre, y el reino Chou se desintegró, dando paso así a dos períodos cuyos nombres son bastante decidores: Primavera y Otoño el primero (771 a 546 AC) y los Reinos Combatientes el segundo (546 a 221 AC). La trama común a ambos períodos, es el declive cada vez más imparable de Chou, la feudalización de sus territorios en beneficio de numerosos señores de la guerra locales, y el surgimiento de nuevas potencias militares, que al final del período, en número de siete, se repartían el mapa geopolítico de China, en desmedro de los principados centrales, meros peones en el juego político de los grandes.
En este clima de incertidumbre política y social, la religión china tradicional hizo crisis. Surgieron entonces varias escuelas filosóficas que entraron a disputarse el terreno. No en balde, a este período se le conoce en filosofía como las "cien escuelas".
La más famosa de ellas es el confucianismo. Fue predicada por Confucio, un filósofo del siglo V AC que subsistía como maestro, y que no fue demasiado escuchado en vida. Confucio predicaba el regreso a los viejos valores, la sujección de cada cual a su propio papel (el rey a ser buen rey, el señor a ser buen señor, el campesino a ser buen campesino, etcétera), con un fuerte énfasis en la ética.
Paralelamente surgió el taoísmo. Predicado por el legendario Lao Tsé, de cuya biografía nada se sabe, el taoísmo predicaba la existencia de un Tao o camino, que es completamente inasible a la razón, y que por ende sólo se puede expresar por medio de paradojas, y aprehender por medio de la intuición. El taoísmo es lo más cercano al misticismo que produjo la filosofía china en ese período.
Algo más tarde surgió el moismo. Predicado por un filósofo llamado Mozi, ponía todo su énfasis en la utilidad. Para Mozi, sólo lo que es útil es bueno. Sus partidarios llegaron incluso a adoctrinarse en artes marciales y salir a la calle, para defender causas justas.
Pero la que estaría destinada a tener mayor predominio en el curso de los acontecimientos venideros, sería el legalismo.

EL LEGALISMO.
A diferencia de los confucionistas, que tendían hacia la pedagogía, o los mozianos, que tendían hacia la militancia, o los taoístas que tendían hacia la contemplación, los legalistas tendían hacia la conservación del poder. El legalismo nació como una reacción contra el confucionismo y el taoísmo. Frente al primero, los legalistas opinaban que el mero ejemplo del buen soberano no bastaba para construir una sociedad ética, porque los actos del plebeyo, como egoístas e interesados que eran, no podían ser sino malignos. En cuanto al taoísmo, consideraban que el quietismo y la contemplación no podían llevar a ninguna parte, y sólo la acción podría salvar a la sociedad de sí misma.
El más destacado de los filósofos legalistas fue Han Feizi, quien reinterpretó por completo el "Tao Te King", el libro principal del taoísmo, hasta convertirlo en una defensa extrema de las leyes y la sociedad por sobre la libertad y el individuo. Han Feizi se apoya en numerosos ejemplos históricos de la antigua China para demostrar sus asertos, los cuales giran en torno a la idea de un sabio legislador que establece leyes en donde se describen escrupulosamente las recompensas y los castigos. No en balde, Han Feizi y sus seguidores han sido comparados con Nicolás Maquiavelo, a pesar de que presenta también varios puntos de contacto con la filosofía política de Platón (su sabio legislador se parece notablemente al rey filósofo del pensador griego).
No es raro que la filosofía legalista se haya abierto paso hacia el poder, ya que su meta era regular éste, al tiempo que convenía a los reyes apoyar una filosofía como aquella. El legalismo encontró su lugar preferentemente en Tsin, un principado al oeste de los Reinos Combatientes semibárbaro, debido a su distancia de los núcleos de civilización en China, y que era el límite del mundo civilizado por aquellos años, ya que más al oeste no habían sido hordas salvajes. Los reyes de Tsin utilizaron la filosofía legalista como un programa de gobierno para crear un estado eficiente y centralizado, y esto acarreará consecuencias.

EL IMPERIO DE TSIN SHI HUANGTI.
En el año 246 AC asumió en Tsin el rey Zheng. Este inició una violenta campaña de conquistas que culminó en 221 AC, cuando le asestó el golpe fatal al último de los Reinos Combatientes. De esta manera, Zhen se rebautizó como Shi Huangti ("Primer Emperador Universal"), puesto que en la antigua China, de verdad lo era.
Como Tsin Shi Huangti, éste inició una campaña de cambios sociales violentos. El mal de la guerra civil venía de una sociedad feudalizada en exceso, de manera que alteró el mapa administrativo, creando provincias artificiales que nada tenían que ver con la realidad histórica, para destruir las lealtades locales hacia cada señor. Al mismo tiempo, decidió que la historia universal partiría desde cero, y para eso ordenó la quema de todos los libros, en particular de aquellos que se oponían al legalismo, y muy en particular los clásicos de Confucio, que se salvaron sólo porque algunos confucianos leales y valientes escondieron ejemplares. Sólo los libros de agricultura y astrología debían sobrevivir, como conocimientos útiles para la nueva sociedad que aspiraba a construir Tsin Shi Huangti. Todo esto venía respaldado por un ideal filosófico que identificaba lo justo con aquello que el soberano sabio era capaz de imponer, y bastante sabio había demostrado ser Tsin Shi Huangti, en su propio concepto, si había conseguido nada menos que terminar con todas las guerras.
Desgraciadamente, el ideal político de Tsin Shi Huangti tenía un talón de aquiles, y éste era que se necesitaba de alguien fuerte para ser rey en tales condiciones. Tsin Shi Huangti falleció el año 210 AC, y su hijo no fue capaz de soportar la carga. China estalló espontáneamente en rebeliones, y se desintegró en una violenta guerra civil, que llevó a la instauración de la Dinastía Han el año 206 AC.

EL TRIUNFO DEL CONFUCIONISMO.
Han Liu Pang, el primero de los monarcas Han, retrocedió en las aspiraciones de Tsin Shi Huangti. A diferencia de su antecesor, no era el rey de un estado fronterizo más o menos desconectado de la realidad china, sino un antiguo campesino ennoblecido como soldado de fortuna, y por tanto, tenía mayor conciencia de la necesidad de respetar las costumbres y tradiciones, e influir sutilmente en ellas, que sacrificarlo todo en aras de una filosofía absolutista.
Es más: Han Liu Pang despreciaba con fuerza a los filósofos. Bajo su gobierno, las antiguas filosofías volvieron a ser restauradas, pero eso tenía que ver con el nuevo ambiente de libertad que se respiraba después de la opresión de Tsin Shi Huangti, no con el supuesto aprecio que el monarca chino pudiera sentir por éstas. Dice Sse Ma, el principal historiador chino del período, quien vivió aproximadamente un siglo después de Han Liu Pang, que éste tenía por costumbre, cada vez que veía a un filósofo confucionista en la calle con un gorrito puntiagudo que era su característica, de agarrar el sombrero, arrojarlo al suelo y orinarse sobre él.
A pesar de estas visibles muestras de desprecio, andando los años y a finales de su reinado, Han Liu Pang no tuvo más remedio que intentar un acercamiento a los confucianos. La escuela legalista, después de los excesos de Tsin Shi Huangti, había caído en el más profundo de los descréditos, en tanto que la escuela confucianista, con su énfasis en el regreso a los viejos valores y tradiciones, su fuerte componente ético, su conservadurismo y su inclinación hacia la pedagogía, se había tornado ideal para un nuevo fin politico: preparar a los funcionarios civiles de una nueva clase administradora que debía regir los destinos del imperio más grande que China había conocido hasta el minuto. En el censo del año 2 AC, el Imperio Han contabilizó 59 millones de habitantes, lo que era tanta población como todo el contemporáneo Imperio Romano, y era aproximadamente la cuarta parte de toda la población mundial en aquellos años. Un imperio tan grande requería un bien entrenado aparato administrativo, y la filosofía de Confucio era ideal para eso.
De esta manera los confucianos, postergados y desdeñados durante tantos años, encontraron por fin un lugar. Los Han crearon los exámenes anuales para la admisión de los funcionarios públicos al sistema estatal, y esto no se detuvo sino hasta la destrucción del Imperio Chino en la revolución de 1911, más de dos milenios después. Claro que el confucianismo, en el intertanto, había evolucionado, y se había integrado con uina religión foránea, el Budismo Mahayana. Pero eso es parte de otra historia.

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