04 febrero 2007

LOS CÁTAROS: LA HEREJÍA DE LOS CIUDADANOS.

Una de las herejías que más fascinación ha desatado en el pensamiento occidental, es la de los cátaros. Esta doctrina predicada en el sur de Francia a finales del siglo XII, y aplastada violentamente por mandato de la Iglesia Católica a comienzos del XIII, ha desatado toda una serie de sesudas investigaciones históricas, y también mucha literatura basura sobre esoterismo y conspiraciones. El Ojo de la Eternidad le echa un vistazo a la verdad histórica sobre uno de los más importantes movimientos religiosos de la Edad Media.


[IMAGEN SUPERIOR: El Castillo de Carcasona, en la región de Provenza. Carcasona fue uno de los más importantes focos del catarismo, y cada fortaleza o "castel" fue un bastión de esta herejía].

EL MARCO DEL CATARISMO.
El movimiento de los cátaros fue una importante herejía en la Francia del siglo XII. Mucho de su historia ha sido posteriormente inspiración para historiadores, novelistas, y cultivadores de lo esotérico y lo paranormal. La visión más corriente entre los legos es considerar a los cátaros como "los buenos" de la historia, y a la Iglesia Católica como la organización villana y oscurantista que usó todo su poder para reprimir de manera hipócrita, en nombre de la fe, a esta organización que luchaba por la libertad, y... Esta visión que hemos reseñado en lo grueso, descendiendo a los detalles se vuelve más compleja, porque hay mucho más que rescatar en la historia de los cátaros que una simple historia de vaqueros e indios.
El catarismo nació en un medio ambiente muy específico, cual fue la Francia del siglo XII. Y no toda la Francia, sino la región sur, la actual Provenza, que por entonces estaba más desarrollada social y políticamente que la región norte. En esa época apenas existía la idea de "Francia" como la concebimos hoy en día. La mitad occidental del territorio, una vasta franja de terreno desde Aquitania hasta Normandía, que cubría casi en forma continuada toda su costa atlántica, estaba en manos de Inglaterra, debido al ventajoso matrimonio del rey Enrique II de Inglaterra con la princesa Leonor de Aquitania. En cuanto a la Provenza misma, era un mosaico de castillos y "comunas" (esto es, burgos o ciudades) con una conexión muy laxa con sus señores feudales, el más importante de los cuales no era el rey de Francia, sino el Conde de Tolosa.
En el año 1099, como resultado de la Primera Cruzada, Europa se había abierto hacia el comercio oriental, y esto trajo riqueza y progreso. Con esto, las ciudades crecieron. Además, nuevas técnicas agrícolas habían aumentado el rendimiento de los cultivos, y con ello la población había aumentado. El exceso de campesinos podía ir a roturar tierras antes no cultivadas, pero también tenía la opción de fugarse y tratar de buscar refugio en las ciudades, lejos de sus opresivos señores feudales. Los burgos eran así un desafío al Feudalismo, porque sus habitantes, los burgueses, no encajaban en el orden feudal tripartito de señores militares, sacerdotes y campesinos. Todo lo cual estaba incubando una enorme caldera social.

UN LUGAR RELIGIOSO PARA LAS CIUDADES.
La Iglesia Católica se tomó bastante a mal el surgimiento de los burgos. Para entender esto, hay que retroceder en el tiempo hasta el siglo X. En esa época, la Iglesia Católica estaba sometida al Emperador de Alemania, y además, sus sacerdotes y obispos vivían en la opulencia y, por qué no decirlo, en la corrupción. En esa época pecados como el nicolaísmo (concubinato) o la simonía (venta de cargos eclesiásticos) eran moneda corriente.
En la época del Papa Gregorio VII (1073-1085), un movimiento de reforma se llevó a cabo desde el Monasterio de Cluny. Este tuvo un cierto éxito. El ideal de Gregorio era atacar los abusos y vicios de la época haciendo a la Iglesia independiente. Por supuesto que, sin control alguno, los eclesiásticos siguieron en su mala conducta, e incluso la empeoraron. Hubo un nuevo movimiento de reforma, los llamados cistercienses, los monjes de la Orden del Císter, que fueron acaudillados por Bernardo de Claraval a inicios del siglo XII, quienes se transformaron en la punta de lanza de la renovación espiritual en aquellos años. Sin embargo, la filosofía de los cistercienses era un ultraconservadurismo que los llevaba a valorar la vida monacal por encima de la secular, y por ende, al orden feudal por sobre el orden de las nuevas comunas que estaban surgiendo. En términos sencillos, el Císter proponía volver a los buenos y viejos tiempos agrícolas para solucionar los males del presente. En vez de ser proactivos, reaccionaban con una mentalidad conservadora que iba a contrapelo de los tiempos.
En ese clima, los burgueses que se enriquecían rápidamente estaban ayunos de asistencia espiritual. La Iglesia Católica del siglo XII perdió contacto con las ciudades. Y este vacío que la Iglesia no pudo llenar, lo ocuparon solícitamente otros predicadores. Estos burgueses fueron el blanco de las prédicas de los cátaros, y con un éxito tan extraordinario, que pusieron en duros aprietos a la Iglesia.

QUIENES ERAN LOS CÁTAROS.
Los habitantes de las ciudades eran cada vez más ilustrados, y por ende, empezaron a tener acceso a los libros. Entre esos textos habían muchos rescatados de la Antigüedad, y que giraban no en torno al catolicismo estricto de la Iglesia Católica, sino en torno al pensamiento gnóstico de los filósofos antiguos. El contacto con oriente, en donde estas ideas se habían conservado en ciertas sectas heréticas como los bogomilos y los paulicianos, reforzó esto.
El catarismo es pues, en buena medida, un resurgimiento de gnosticismo en pleno corazón de Occidente. Los gnósticos pensaban que la materia era mala y el espíritu era bueno, y además, se consideraban a sí mismos como los puros y los elegidos, por encima de este mundo, en el cual reinaba la maldad, la codicia y las ansias de poder. Parte del mensaje era también un regreso al cristianismo primitivo, que se vivía en la pobreza y la caridad, lo que era un ataque directo contra los lujos de la Iglesia Católica. Uno de los puntos más conflictivos era la negativa de los cátaros a pagar el diezmo a los sacerdotes, lo que atacaba tanto a las finanzas de la Iglesia como al mismísimo orden feudal, que se basaba en la explotación del campesinado a través de impuestos y contribuciones personales (trabajo personal y servicio militar o corvée). Además, la propia Iglesia Católica, como institución "de este mundo", era cuestionada porque el propio Dios de los católicos era identificado con Satanael, el ángel rebelde contra el verdadero Dios, el de los cátaros. Ser cátaro era, por tanto, ponerse en pie de rebeldía social contra el viejo sistema que intentaba ahogar el crecimiento de las ciudades.
Debido a la idea de ser islas de luz en medio de una sociedad inherentemente maligna, los cátaros, que se llamaban a sí mismos "los perfectos", tendieron a organizarse de manera cada vez más estructurada. Llegaron incluso a elegir sus propios obispos, y se sabe que llegaron a elegir su propio antipapa, aunque éste, por razones comprensibles, tuvo que mantenerse en la clandestinidad.
El catarismo creció como la cizaña. De Provenza se propagó rápidamente hasta Alemania, en donde se detectaron núcleos heréticos en Colonia, e incluso en Italia hubo congregaciones cátaras, conocidas como los patarinos. Para la Iglesia, había llegado la hora de actuar.
Hubo repetidos intentos por parte de la Iglesia Católica para enviar predicadores y mensajeros. Pero éstos no consiguieron sintonizar con el espíritu ni el ambiente que se vivía en Provenza. Al fin, el Papa Inocencio III (1198-1216) perdió la paciencia. En un acto sin precedente alguno, decretó en 1209 la Cruzada contra los cátaros (antes, la Cruzada era sólo contra los infieles sarracenos, no contra hermanos cristianos, por muy heréticos que éstos fueran). Esta es conocida como la Cruzada Albigense, porque su principal objetivo era la destrucción de Albi, la ciudad de Provenza en la cual los cátaros eran más fuertes. Aunque lo más recio de la guerra se vivió entre 1209 y 1210, ésta duró varias temporadas, y los últimos núcleos cátaros fueron destruidos en fecha tan tardía como 1244. En esa fecha, los cátaros salieron casi por completo de la historia, y entraron en la leyenda. En cuanto a la Provenza, había quedado definitivamente arrasada, tanto, que el norte de Francia por primera vez pudo imponerse social y económicamente al sur. La cultura provenzal y su bello lenguaje de oc también fueron cercenados de raíz.

EL INFLUJO POSTERIOR DE LOS CÁTAROS.
No todo el éxito de la Iglesia Católica se debe al uso de la fuerza militar. Parte de éste se debe también a la figura de San Francisco de Asís, quien en las mismas fechas de la Cruzada Albigense comenzó a predicar doctrinas que tienen más de un punto en común con los cátaros, incluyendo una visión positiva de la vida, distinta a la deprimente concepción que de ésta tenían los cistercienses, y que por ende era más aceptable para los burgueses que miraban con confianza hacia el futuro. Puede decirse que los franciscanos fueron los primeros católicos que pudieron predicar el mensaje de la Iglesia a las nacientes ciudades. También se destacó Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de los Dominicos, a los cuales pronto se les encomendó una nueva institución, encargada de la represión sistemática de la herejía: el Tribunal del Santo Oficio, mejor conocido como la Santa Inquisición.
Hoy en día, conocer las ideas de los cátaros es difícil. La Cruzada Albigense fue tan mortífera en su labor destructura, que prácticamente ningún documento cátaro sobrevivió. Todos los testimonios que hay sobre ellos, se conocen por los testimonios de los cronistas católicos (es decir, del enemigo), o bien por las actas de los procesos por herejía contra los cátaros. Eso ayuda a reforzar el aura romántica de los cátaros, debido a que refuerza el carácter esotérico de sus doctrinas. Sin embargo, como hemos mencionado, las doctrinas cátaras no son realmente novedosas, y son en realidad una simple actualización del viejo gnosticismo grecorromano a los tiempos medievales.
En ese sentido, la magia del catarismo no viene de éste como doctrina en sí, sino de aquellas características que hacen al gnosticismo una doctrina tan agradable para muchos hoy en día. Debido a su noción de que existen los puros o elegidos por encima de todo el resto de la humanidad, los gnósticos pueden sentirse legitimados y superiores a todo el resto de las personas. Cayeron en esto los gnósticos de los tiempos grecorromanos, los cátaros de la Edad Media, y hoy en día los masones, los rosacruces o los charlatanes de lo esotérico, que son los herederos espirituales del catarismo. He ahí la fuerza de las ideas cátaras hoy en día, y también por qué los cátaros son pasto tan nutritivo para los charlatanes de lo religioso o lo esotérico.

1 comentario:

teo-angeles dijo...

Gracias por su estudio.
Le invito a Ud. a visitar nuestro trabajo común:

El Cristianismo ha tromado partido en los enemigos de Cristo.
Pero hay que actuar de modo contario a lo que enseñan los fariseos-escribas. De modo extraordinario, "no de este mundo"...
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