25 febrero 2007

SOCIEDADES SECRETAS: LA CONSPIRACIÓN DE LOS MÍSTICOS.

¿Todo pasa en el mundo por casualidad y azar? ¿O bien hay alguna oscura mano negra manipulando la política mundial a su antojo? ¿Existen verdaderamente sociedades secretas que controlan al mundo con un conocimiento reservado sólo para algunos iniciados? El Ojo de la Eternidad aborda uno de los más complejos temas históricos, el de la relación entre las sociedades secretas y la religión.


[ILUSTRACIÓN SUPERIOR: Estructura de la Masonería. Las organizaciones masónicas han estado siempre en la mira de las teorías de la conspiración].

TEORÍA DE LA CONSPIRACIÓN.
Existe una profunda corriente de pensamiento popular, que postula más o menos lo siguiente: la historia tal y como la conocemos es una farsa, un simple teatro de marionetas cuyos verdaderos protagonistas no son quienes figuran en la primera plana de las revistas y periódicos, sino gentes escondidas en la sombra que manipulan todo secretamente para sus propios fines, que no son otros sino la dominación mundial. Existen dos variantes de esta leyenda. Una de ellas postula que dichas sociedades secretas están en altos cargos del poder, sin ser sus cabezas visibles. La otra, que dichos líderes mundiales están en reductos aislados del resto de la humanidad, como pueden ser los Himalaya o algún monasterio bien escondido.
La curiosidad de esto, es que esta teoría de la conspiración se entrecruza profundamente con el tema religioso. No en balde, algunas de las organizaciones favoritas para candidatas a "amo del mundo" son entidades religiosas. La Iglesia Católica es una de ellas, claro está, pero también está la "conspiración jesuita" o la "conspiración judeomasónica". Recientemente se ha puesto de moda, en particular gracias a el Código da Vinci, la idea de la conspiración del Opus Dei. En todo esto, ¿qué hay de cierto?
En principio, resulta de perogrullo que muchas veces, hay quienes se organizan en sociedades de distinto tipo, para surgir de una manera en que no podrían hacerlo, como individuos separados. Esta es la razón por la que se fundan empresas, corporaciones, ONGs, etcétera. El Estado es, en ese sentido, también una sociedad, aunque de un tipo un tanto especial, por cuanto proclama tener el monopolio del uso de la fuerza. Algunas sociedades se crean o mantienen para influir sobre la sociedad toda, y tal es el objetivo confeso, por ejemplo, de la Masonería. Muchas de estas sociedades funcionan como clubes de amigos en donde surgen relaciones sociales útiles para escalar. Un buen ejemplo de esto es la sociedad Skull & Bones, de Estados Unidos, desde la cual han surgido varios Presidentes de los Estados Unidos, incluyendo a George W. Bush. En Chile, no es ningún secreto, y ha salido publicado en la prensa diaria, el carácter de masón de los Presidentes Salvador Allende, Augusto Pinochet o Ricardo Lagos, y el padre de la actual Presidenta Michelle Bachelet era también miembro de una logia masónica. En la actualidad, difícilmente la Masonería o Skull & Bones pueden pasar por una sociedad secreta, toda vez que han salido incluso películas retratándolas: "Sociedad secreta" en el segundo caso, y "Desde el infierno" en el primero (entre otras). ¿Dónde está, pues, el secreto...?

LOS CANDIDATOS A REGIR EL MUNDO.
La historia de las sociedades secretas que rigen al mundo principia en la Edad Media. En ella, la Iglesia Católica tejió una densa red de dominio sobre toda Europa, al margen de cualquier autoridad política de la época. Esto era, por supuesto, un rasgo novedoso de la época, ya que antes, todas las grandes organizaciones eran predominantemente políticas. Pero en la Edad Media no existía verdadera política, sino el mero ejercicio de las armas, por lo que en ese sentido, la Iglesia Católica podía entenderse como una entidad superior a las restantes, ya que su predominio se basaba en la fe de millares de personas.
Por tanto, todos aquellos quienes quisieran buscar el poder, tenían que hacerlo en medio del secretismo más estricto. Los buscadores del poder tenían bien presente lo ocurrido con los cátaros, que se atrevieron a desafiar a la Iglesia Católica y pagaron un alto costo por ello, cual fue el ser erradicados por completo durante la Cruzada Albigense, a comienzos del siglo XIII. En esta época surgió una organización que, aunque se proclamaba católica, era bastante heterodoxa, puesto que en sus rituales y procedimientos había incorporado costumbres procedentes del Medio Oriente musulmán. Se trataba de la Orden del Temple, mejor conocidos como los templarios. Su creciente poder, que los llevó a ser la primera fuerza financiera de Europa, causó que en el siglo XIV el Rey de Francia, en complicidad con el Papado, los capturara, torturara, ejecutara y confiscara sus bienes. Sin embargo, los templarios no desaparecieron. Algunos de ellos sobrevivieron en órdenes que duran hasta el día de hoy, como por ejemplo la Orden de San Andrés, en Escocia.
Con los templarios nace el mito de la sociedad secreta conspirando para dominar el mundo. A esta sociedad secreta se le cuelga un pasado o trasfondo de misticismo, con conocimientos esotéricos que sólo los entendidos conocen. Se habló así, por ejemplo, de la conspiración jesuita, consecuencia obvia del esfuerzo puesto por éstos en influenciar a los gobiernos europeos del siglo XVII, así como del énfasis que ellos ponían en la erudición de sus miembros.
La Ilustración, en el siglo XVIII, fue caldo de cultivo para varias de estas sociedades secretas, que tuvieron que mantenerse en dichas tinieblas por su intención de subvertir a la sociedad por entonces existente. La más importante fue la Masonería, fundada en Londres en 1717, quienes lucharon decididamente por imponer las ideas del liberalismo, en contra del absolutismo y la Iglesia Católica. Masones destacados fueron varios prohombres de la Revolución Francesa, como por ejemplo LaFayette, así como varios padres fundadores de Estados Unidos, como Benjamin Franklin, George Washington o Thomas Jefferson, y también destacados miembros del movimiento de independencia americano contra el Imperio Español, como Francisco de Miranda, José de San Martín, Simón Bolívar y Bernardo O'Higgins.

EL MISTICISMO DE LA CONSPIRACIÓN.
En el siglo XIX, el mito de la conspiración creció, como parte de la nueva organización del mundo liberal. En ella, la banca adquirió pronto un poder desmedido. Surge así la idea de la conspiración judeomasónica, en que connotados banqueros judíos estarían tratando de apoderarse del mundo. Este mito fue alimentado por la animadversión hacia personajes como el célebre banquero judío Rothschild, quien entre otras cosas financió la compra del Canal de Suez por parte de Inglaterra, en 1875 (el cerebro de la operación, el Primer Ministro Benjamin Disraeli, era descendiente de judíos). En este ambiente, la policía zarista creó el panfleto "Los protocolos de los sabios de Sión", que falsifica unas supuestas actas de una sociedad secreta judía para apoderarse del mundo.
La sociedad secreta entró también a la literatura como motivo, y de ahí pasó a la cultura popular. El Romanticismo vio reavivarse el interés por la Edad Media, y como parte de su legado, se explotó a discreción el tema de las siniestras torturas de la Inquisición. El novelista Sax Rohmer, por su parte, creó a Fu Manchu, un oscuro iluminado chino que gracias a un elixir de la inmortalidad, ha amasado un increíble poder, y desde su escondido reducto manipula a la Humanidad entera. Otra de estas sociedades secretas de ficción es aquella que controla el maléfico profesor Moriarty, el enemigo de Sherlock Holmes, a quien éste describe como una araña en el centro de su red, manipulando los hilos. Moriarty y Fu Manchu son antecedentes directos de sociedades secretas como SPECTRE, la organización terrorista que se enfrenta a James Bond en varias de sus películas y novelas, o los 13, que intervinieron en la trama del culebrón televisivo "Falcon Crest", en la década de 1980.
También el siglo XX vio una serie de sociedades secretas tratando de manipular los hilos. Entre ellas se cuentan organizaciones tan disímiles como la Sociedad Secreta Thule, integrada por algunos de los más altos jerarcas del nazismo, o como la logia P-2, que controlaba (y parece ser que aún controla) la política italiana, incluyendo algunas turbias conexiones con la Iglesia Católica.

LA SOCIEDAD SECRETA.
El estudio de una sociedad secreta se complica porque, por definición, éstas no suelen dejar rastro tras de sí. Sin embargo, el carácter de secreto viene dado porque sus manejos entran en conflicto con el resto de la sociedad, y frente a eso, prefieren permanecer y operar en las sombras, a menudo quebrantando la ley. Pero hay otra razón por la que una sociedad secreta podría permanecer unida: el misticismo. Lo que separa a la sociedad secreta de raigambre masónica o neonazi, de un vulgar cartel de narcotráfico, es un conjunto de conocimientos de cuyos portadores se sienten custodios, y que les otorgan una condición de "iluminados". ¿Qué conocimientos son éstos? Frecuentemente, por su carácter elitista, son doctrinas vinculadas con el antiguo gnosticismo, bien sea tomadas directamente, o bien sea de segunda mano, a través de las ideas de los cátaros o de la masonería. Pueden éstas ser condimentadas con otras tradiciones esotéricas, como la cábala judía o el pensamiento ariosófico. Lo que cuenta es que sea algo que conozcan pocas personas.
Antaño, empero, era más simple mantener el secreto que ahora. Antes de Internet, la propagación del conocimiento era enormemente más difícil, y por eso, era fácil que algunas ideas gnósticas sobre el mundo permanecieran entre sus miembros. Es célebre la anécdota de la tremenda irritación que produjo el connotado masón Wolfgang Amadeus Mozart cuando en su ópera "La flauta mágica" escenificó elementos que pueden ser considerados masónicos. Esto ocurría en el siglo XVIII, pero en el XXI, los masones llegan al extremo de crear páginas web para difundir sus organizaciones.
En ese sentido, queda bien poco de las sociedades secretas tradicionales que pueda ser rescatado como tal. O al menos, de aquellas que tenemos algún conocimiento, porque después de todo, lo que hace secreta a una sociedad secreta es justamente eso, el que nadie sepa de ella...

18 febrero 2007

LAS RAÍCES RELIGIOSAS DE "EL SEÑOR DE LOS ANILLOS".

Nadie duda a estas alturas que el monumental universo de la Tierra Media, creado por J.R.R. Tolkien, es una de las creaciones mitológicas más importantes del siglo XX. En principio, la raíz de las historias tolkienianas pareciera estar enclavado en el Cristianismo, debido a presentar la eterna lucha entre el Bien y el Mal. Y sin embargo, es también muy patente la influencia del Paganismo. El Ojo de la Eternidad echa un vistazo a las ideas religiosas de Tolkien, su Tierra Media, y su titánico "Señor de los Anillos".


[IMAGEN SUPERIOR: "Las costas de Valinor", ilustración de Ted Nadsmith para el "Silmarillion". El "Silmarillion" puede contemplarse en cierta medida como la Biblia de la Tierra Media, el mundo de Tolkien].

CÓMO FUE CREADA LA TIERRA MEDIA.
La trilogía de "El Señor de los Anillos", de Peter Jackson, marcó la consagración definitiva de J.R.R. Tolkien como uno de los más importantes creadores de mitologías del siglo XX, y por qué no decirlo, de todos los tiempos. Lo que antes era un libro leído a hurtadillas y ampliamente desconocido por muchas gentes todavía, pasó a ser tan canónico dentro de la cultura popular como "La guerra de las galaxias" o "Viaje a las estrellas". Para eso, el mundo de la Tierra Media, el continente mítico en donde transcurren las historias de "El Señor de los Anillos" y los otros libros relacionados, debió recorrer un camino de casi un siglo entero de duración.
J.R.R. Tolkien, el creador de la Tierra Media, nació en Sudáfrica en 1893, dentro de una familia inglesa de carácter victoriano (Sudáfrica era en ese entonces colonia inglesa). Desde pequeño mostró una enorme fascinación y talento para aprender idiomas, lo que lo orientó por los caminos de la lingüística y la filología, llegando a ser un especialista en lenguas nórdicas, y especialmente germánicas. Su vida entera fue en esencia la de un profesor universitario haciendo clases en la Universidad de Oxford, no teniendo otras peripecias vitales de interés sino su participación en la Primera Guerra Mundial. Fue amigo de C.S. Lewis, creador de las "Crónicas de Narnia", sobre las que ya hablamos en El Ojo de la Eternidad, a quien convirtió al cristianismo, y quien resultó ser aún más fanático cristiano que Tolkien, en parte por la inclinación propia de los nuevos conversos frente a los creyentes tradicionales.
Tolkien creó la Tierra Media y su frondosa historia y geografía como parte de un juego personal. Sin embargo, en 1937 publicó un libro ambientado en este mundo. Se trataba de "El hobbit". Tuvo el libro tanto éxito, que pronto le pidieron una secuela. Esta terminó siendo la monumental "El Señor de los Anillos", publicada en 1952, a la que siguió "el "Silmarillion" (como obra inconclusa en vida, y publicada de manera póstuma). Después de su muerte en 1973, su hijo Christopher siguió sacando material inédito de su padre, sin corregir, y con anotaciones y exégesis, como si de un piadoso sacerdote glosando la Biblia se tratase.

¿UNA TIERRA MEDIA CRISTIANA?
Con frecuencia se plantea que la ideología de J.R.R. Tolkien y sus relatos de la Tierra Media se basan en el cristianismo. Esto es cierto, ya que Tolkien era hombre profundamente timorato y conservador, y por tanto bastante apegado a la religión, que en su caso era la anglicana (no la católica, a diferencia de su amigo Lewis, tómese nota). Esto es una verdad a medias, en realidad, pero es necesario echar un vistazo somero sobre los elementos cristianos de la obra tolkieniana.
El elemento cristiano más importante de todos es, por supuesto, el hecho de que las historias de la Tierra Media versan sobre la lucha entre el Bien y el Mal. El dualismo maniqueo de "El Señor de los Anillos" y las otras historias es bien claro: de un lado está el Bien, que es al mismo tiempo la luz, la creación, y la belleza. Del otro está el Mal, que también la oscuridad, la destrucción y la fealdad. En ese sentido, la lucha de las criaturas sobrenaturales bondadosas, los Valar, contra el Mal en sus diversas formas (Morgoth, Sauron, etcétera) es en verdad una guerra santa del bien y la justicia contra el mal y la inequidad.
Esto se corresponde también con la relación entre el lenguaje y el mundo que plantea Tolkien. Como buen filólogo, Tolkien piensa que las cosas son creadas al darles un nombre. Esto también está en la Biblia: en el Génesis, Dios dice "sea la luz", para crear la luz. En la Tierra Media, la enorme multiplicidad de nombres y de lenguajes tiene que ver con eso mismo, con jugar a Dios creador del universo, asignando nombre a las cosas para que éstas pasen a tener una entidad propia e independiente.
Hablando del contexto bíblico, muchas veces se ha remarcado que el "Silmarillion" es una verdadera Biblia. De hecho, parte con el relato de la Creación, y luego cuenta las peripecias de una serie de pueblos en lucha perenne contra el Mal. El Apocalipsis vendría así a corresponder con la dantesca Guerra del Anillo, que Tolkien refiere en "El Señor de los Anillos".

LA TRADICIÓN PAGANA.
Y sin embargo, a pesar de toda su formación cristiana, la mayor inspiración de Tolkien para extraer historias, nombres y elementos míticos no sale de la Biblia, sino de las leyendas mitológicas germánicas. La entera Tierra Media está inspirada por completo en lo que es la Edad Media de nuestra historia. Es una Edad Media idealizada y embellecida, por supuesto, y que por ende tiene poco que ver con la que fue de verdad, pero sigue siendo una Edad Media.
Así, en Tolkien son reconocibles varios elementos procedentes de los antiguos cantos épicos paganos, a veces copiados textualmente. El idioma ficticio quenya, por ejemplo, está enormemente basado en el gaélico. La cultura de los hobbits está tomada de la vieja campiña inglesa semipagana, y las crónicas de los diversos reyes está tomada de las sagas islandesas. También de extracción pagana es el anillo extraordinariamente poderoso, que representa la perdición de quien lo ambiciona, como ocurre por ejemplo con "El anillo del nibelungo" de Richard Wagner, ópera a su vez enteramente basada en la mitología germánica antigua. Aquí es bien visible que la orientación cristiana de Tolkien no le llevó a rechazar todos aquellos elementos paganos que pudieran chocar con las Sagradas Escrituras, sino que los incorporó en un todo fluido y armónico.

¿TOLKIEN CRISTIANO O TOLKIEN PAGANO?
¿Hay una verdadera contradicción entre considerar a "El Señor de los Anillos" como una saga cristiana o una pagana? Probablemente no. Y esto no es propio de Tolkien, sino que tiene relación con las fuentes literarias que usó como inspiración y base para su propia obra.
La tradición épica germánica, ejemplificada en obras como el "Beowulf" inglés, el "Cantar de los nibelungos" alemán, las "Eddas" islandesas o los mitos del Rey Arturo, encontraron su concreción definitiva, tal y como las conocemos, durante la Edad Media. Aunque los mitos originarios pueden datarse alrededor del siglo V, la mayor parte de estas leyendas épicas encontraron su forma definitiva entre los siglos XI y XV. O sea, desde el cuento de hadas en la tradición oral hasta su plasmación literaria definitiva, pasó nada menos que la casi totalidad de la Edad Media. En este período se produjo la cristianización de Europa. Sin embargo, ésta no significó la erradicación del paganismo. Los europeos estaban demasiado acostumbrados a sus cultos agrícolas, y sus tradiciones, y en muchos casos la Iglesia Católica tuvo que contemporizar. En al menos un caso, hubo una intentona de crear una religión sincrética entre el cristianismo y la tradición celta, en la Irlanda del siglo VI, experiencia que estuvo condenada al fracaso por la intolerancia de la Iglesia Católica. Sin embargo, en otros casos la Iglesia debió adoptar los viejos mitos y reconvertirlos en historia cristianas. De esta manera, el caballero pagano Arturo se convirtió en un defensor de la causa de la Iglesia, y el pagano caldero de oro en el otro mundo se convirtió, por ejemplo, en el cristiano Santo Grial. Otro tanto pasó con la vieja leyenda del guerro pagano Sigfrido matando al dragón, que se transformó en San Jorge haciendo lo mismo. Sólo que Sigfrido era pagano, y San Jorge cristiano. Y así sucesivamente.
En ese sentido, considerando que la principal fuente literaria de Tolkien para su mundo eran las sagas épicas antiguas, no hay ninguna contradicción entre afirmar que su obra es a un tiempo cristiana y pagana, porque su material literario de base también lo era. Tolkien era cristiano y eso se trasluce en su manera de tratar su material literario, pero también era filólogo, y como tal no podía renunciar a los viejos idiomas y a la tradición literaria que con ellos venía. En ese sentido la obra de Tolkien es cristiana y pagan a un tiempo. Quizás estribe ahí el carácter mágico que tiene, a pesar de su planteamiento maniqueo de fondo.

11 febrero 2007

PERIPECIAS RELIGIOSAS DE LA UNIFICACIÓN CHINA.

Muchos miran a China como una especie de vasto territorio inmutable que desde el alba de los tiempos no hubiera cambiado nada hasta el día de hoy. Sin embargo, hasta llegar a la imposición de las clásicas doctrinas de Confucio, hubo una serie de peripecias en las que distintos señores chinos apostaron por varias filosofías y religiones. El Ojo de la Eternidad cuenta la portentosa historia de la primera unificación de China, desde el punto de vista de la religión.


[IMAGEN SUPERIOR: Estatua de Shi Huangti, primer emperador de una China unificada, en Saanxi, no lejos de donde está el famoso ejército de terracota a escala natural que éste mandó esculpir para su tumba. Shi Huangti fue el máximo representante del legalismo, una siniestra filosofía que fracasó víctima de su propio éxito].

LAS ESCUELAS FILOSÓFICAS CHINAS.
Durante su período de crecimiento como civilización, China fue gobernada por un ente político llamado el reino de los Chou, ya que éste fue el pueblo que lo fundó y gobernó. Sin embargo, hacia el año 771 AC, se produjo un violento quiebre, y el reino Chou se desintegró, dando paso así a dos períodos cuyos nombres son bastante decidores: Primavera y Otoño el primero (771 a 546 AC) y los Reinos Combatientes el segundo (546 a 221 AC). La trama común a ambos períodos, es el declive cada vez más imparable de Chou, la feudalización de sus territorios en beneficio de numerosos señores de la guerra locales, y el surgimiento de nuevas potencias militares, que al final del período, en número de siete, se repartían el mapa geopolítico de China, en desmedro de los principados centrales, meros peones en el juego político de los grandes.
En este clima de incertidumbre política y social, la religión china tradicional hizo crisis. Surgieron entonces varias escuelas filosóficas que entraron a disputarse el terreno. No en balde, a este período se le conoce en filosofía como las "cien escuelas".
La más famosa de ellas es el confucianismo. Fue predicada por Confucio, un filósofo del siglo V AC que subsistía como maestro, y que no fue demasiado escuchado en vida. Confucio predicaba el regreso a los viejos valores, la sujección de cada cual a su propio papel (el rey a ser buen rey, el señor a ser buen señor, el campesino a ser buen campesino, etcétera), con un fuerte énfasis en la ética.
Paralelamente surgió el taoísmo. Predicado por el legendario Lao Tsé, de cuya biografía nada se sabe, el taoísmo predicaba la existencia de un Tao o camino, que es completamente inasible a la razón, y que por ende sólo se puede expresar por medio de paradojas, y aprehender por medio de la intuición. El taoísmo es lo más cercano al misticismo que produjo la filosofía china en ese período.
Algo más tarde surgió el moismo. Predicado por un filósofo llamado Mozi, ponía todo su énfasis en la utilidad. Para Mozi, sólo lo que es útil es bueno. Sus partidarios llegaron incluso a adoctrinarse en artes marciales y salir a la calle, para defender causas justas.
Pero la que estaría destinada a tener mayor predominio en el curso de los acontecimientos venideros, sería el legalismo.

EL LEGALISMO.
A diferencia de los confucionistas, que tendían hacia la pedagogía, o los mozianos, que tendían hacia la militancia, o los taoístas que tendían hacia la contemplación, los legalistas tendían hacia la conservación del poder. El legalismo nació como una reacción contra el confucionismo y el taoísmo. Frente al primero, los legalistas opinaban que el mero ejemplo del buen soberano no bastaba para construir una sociedad ética, porque los actos del plebeyo, como egoístas e interesados que eran, no podían ser sino malignos. En cuanto al taoísmo, consideraban que el quietismo y la contemplación no podían llevar a ninguna parte, y sólo la acción podría salvar a la sociedad de sí misma.
El más destacado de los filósofos legalistas fue Han Feizi, quien reinterpretó por completo el "Tao Te King", el libro principal del taoísmo, hasta convertirlo en una defensa extrema de las leyes y la sociedad por sobre la libertad y el individuo. Han Feizi se apoya en numerosos ejemplos históricos de la antigua China para demostrar sus asertos, los cuales giran en torno a la idea de un sabio legislador que establece leyes en donde se describen escrupulosamente las recompensas y los castigos. No en balde, Han Feizi y sus seguidores han sido comparados con Nicolás Maquiavelo, a pesar de que presenta también varios puntos de contacto con la filosofía política de Platón (su sabio legislador se parece notablemente al rey filósofo del pensador griego).
No es raro que la filosofía legalista se haya abierto paso hacia el poder, ya que su meta era regular éste, al tiempo que convenía a los reyes apoyar una filosofía como aquella. El legalismo encontró su lugar preferentemente en Tsin, un principado al oeste de los Reinos Combatientes semibárbaro, debido a su distancia de los núcleos de civilización en China, y que era el límite del mundo civilizado por aquellos años, ya que más al oeste no habían sido hordas salvajes. Los reyes de Tsin utilizaron la filosofía legalista como un programa de gobierno para crear un estado eficiente y centralizado, y esto acarreará consecuencias.

EL IMPERIO DE TSIN SHI HUANGTI.
En el año 246 AC asumió en Tsin el rey Zheng. Este inició una violenta campaña de conquistas que culminó en 221 AC, cuando le asestó el golpe fatal al último de los Reinos Combatientes. De esta manera, Zhen se rebautizó como Shi Huangti ("Primer Emperador Universal"), puesto que en la antigua China, de verdad lo era.
Como Tsin Shi Huangti, éste inició una campaña de cambios sociales violentos. El mal de la guerra civil venía de una sociedad feudalizada en exceso, de manera que alteró el mapa administrativo, creando provincias artificiales que nada tenían que ver con la realidad histórica, para destruir las lealtades locales hacia cada señor. Al mismo tiempo, decidió que la historia universal partiría desde cero, y para eso ordenó la quema de todos los libros, en particular de aquellos que se oponían al legalismo, y muy en particular los clásicos de Confucio, que se salvaron sólo porque algunos confucianos leales y valientes escondieron ejemplares. Sólo los libros de agricultura y astrología debían sobrevivir, como conocimientos útiles para la nueva sociedad que aspiraba a construir Tsin Shi Huangti. Todo esto venía respaldado por un ideal filosófico que identificaba lo justo con aquello que el soberano sabio era capaz de imponer, y bastante sabio había demostrado ser Tsin Shi Huangti, en su propio concepto, si había conseguido nada menos que terminar con todas las guerras.
Desgraciadamente, el ideal político de Tsin Shi Huangti tenía un talón de aquiles, y éste era que se necesitaba de alguien fuerte para ser rey en tales condiciones. Tsin Shi Huangti falleció el año 210 AC, y su hijo no fue capaz de soportar la carga. China estalló espontáneamente en rebeliones, y se desintegró en una violenta guerra civil, que llevó a la instauración de la Dinastía Han el año 206 AC.

EL TRIUNFO DEL CONFUCIONISMO.
Han Liu Pang, el primero de los monarcas Han, retrocedió en las aspiraciones de Tsin Shi Huangti. A diferencia de su antecesor, no era el rey de un estado fronterizo más o menos desconectado de la realidad china, sino un antiguo campesino ennoblecido como soldado de fortuna, y por tanto, tenía mayor conciencia de la necesidad de respetar las costumbres y tradiciones, e influir sutilmente en ellas, que sacrificarlo todo en aras de una filosofía absolutista.
Es más: Han Liu Pang despreciaba con fuerza a los filósofos. Bajo su gobierno, las antiguas filosofías volvieron a ser restauradas, pero eso tenía que ver con el nuevo ambiente de libertad que se respiraba después de la opresión de Tsin Shi Huangti, no con el supuesto aprecio que el monarca chino pudiera sentir por éstas. Dice Sse Ma, el principal historiador chino del período, quien vivió aproximadamente un siglo después de Han Liu Pang, que éste tenía por costumbre, cada vez que veía a un filósofo confucionista en la calle con un gorrito puntiagudo que era su característica, de agarrar el sombrero, arrojarlo al suelo y orinarse sobre él.
A pesar de estas visibles muestras de desprecio, andando los años y a finales de su reinado, Han Liu Pang no tuvo más remedio que intentar un acercamiento a los confucianos. La escuela legalista, después de los excesos de Tsin Shi Huangti, había caído en el más profundo de los descréditos, en tanto que la escuela confucianista, con su énfasis en el regreso a los viejos valores y tradiciones, su fuerte componente ético, su conservadurismo y su inclinación hacia la pedagogía, se había tornado ideal para un nuevo fin politico: preparar a los funcionarios civiles de una nueva clase administradora que debía regir los destinos del imperio más grande que China había conocido hasta el minuto. En el censo del año 2 AC, el Imperio Han contabilizó 59 millones de habitantes, lo que era tanta población como todo el contemporáneo Imperio Romano, y era aproximadamente la cuarta parte de toda la población mundial en aquellos años. Un imperio tan grande requería un bien entrenado aparato administrativo, y la filosofía de Confucio era ideal para eso.
De esta manera los confucianos, postergados y desdeñados durante tantos años, encontraron por fin un lugar. Los Han crearon los exámenes anuales para la admisión de los funcionarios públicos al sistema estatal, y esto no se detuvo sino hasta la destrucción del Imperio Chino en la revolución de 1911, más de dos milenios después. Claro que el confucianismo, en el intertanto, había evolucionado, y se había integrado con uina religión foránea, el Budismo Mahayana. Pero eso es parte de otra historia.

04 febrero 2007

LOS CÁTAROS: LA HEREJÍA DE LOS CIUDADANOS.

Una de las herejías que más fascinación ha desatado en el pensamiento occidental, es la de los cátaros. Esta doctrina predicada en el sur de Francia a finales del siglo XII, y aplastada violentamente por mandato de la Iglesia Católica a comienzos del XIII, ha desatado toda una serie de sesudas investigaciones históricas, y también mucha literatura basura sobre esoterismo y conspiraciones. El Ojo de la Eternidad le echa un vistazo a la verdad histórica sobre uno de los más importantes movimientos religiosos de la Edad Media.


[IMAGEN SUPERIOR: El Castillo de Carcasona, en la región de Provenza. Carcasona fue uno de los más importantes focos del catarismo, y cada fortaleza o "castel" fue un bastión de esta herejía].

EL MARCO DEL CATARISMO.
El movimiento de los cátaros fue una importante herejía en la Francia del siglo XII. Mucho de su historia ha sido posteriormente inspiración para historiadores, novelistas, y cultivadores de lo esotérico y lo paranormal. La visión más corriente entre los legos es considerar a los cátaros como "los buenos" de la historia, y a la Iglesia Católica como la organización villana y oscurantista que usó todo su poder para reprimir de manera hipócrita, en nombre de la fe, a esta organización que luchaba por la libertad, y... Esta visión que hemos reseñado en lo grueso, descendiendo a los detalles se vuelve más compleja, porque hay mucho más que rescatar en la historia de los cátaros que una simple historia de vaqueros e indios.
El catarismo nació en un medio ambiente muy específico, cual fue la Francia del siglo XII. Y no toda la Francia, sino la región sur, la actual Provenza, que por entonces estaba más desarrollada social y políticamente que la región norte. En esa época apenas existía la idea de "Francia" como la concebimos hoy en día. La mitad occidental del territorio, una vasta franja de terreno desde Aquitania hasta Normandía, que cubría casi en forma continuada toda su costa atlántica, estaba en manos de Inglaterra, debido al ventajoso matrimonio del rey Enrique II de Inglaterra con la princesa Leonor de Aquitania. En cuanto a la Provenza misma, era un mosaico de castillos y "comunas" (esto es, burgos o ciudades) con una conexión muy laxa con sus señores feudales, el más importante de los cuales no era el rey de Francia, sino el Conde de Tolosa.
En el año 1099, como resultado de la Primera Cruzada, Europa se había abierto hacia el comercio oriental, y esto trajo riqueza y progreso. Con esto, las ciudades crecieron. Además, nuevas técnicas agrícolas habían aumentado el rendimiento de los cultivos, y con ello la población había aumentado. El exceso de campesinos podía ir a roturar tierras antes no cultivadas, pero también tenía la opción de fugarse y tratar de buscar refugio en las ciudades, lejos de sus opresivos señores feudales. Los burgos eran así un desafío al Feudalismo, porque sus habitantes, los burgueses, no encajaban en el orden feudal tripartito de señores militares, sacerdotes y campesinos. Todo lo cual estaba incubando una enorme caldera social.

UN LUGAR RELIGIOSO PARA LAS CIUDADES.
La Iglesia Católica se tomó bastante a mal el surgimiento de los burgos. Para entender esto, hay que retroceder en el tiempo hasta el siglo X. En esa época, la Iglesia Católica estaba sometida al Emperador de Alemania, y además, sus sacerdotes y obispos vivían en la opulencia y, por qué no decirlo, en la corrupción. En esa época pecados como el nicolaísmo (concubinato) o la simonía (venta de cargos eclesiásticos) eran moneda corriente.
En la época del Papa Gregorio VII (1073-1085), un movimiento de reforma se llevó a cabo desde el Monasterio de Cluny. Este tuvo un cierto éxito. El ideal de Gregorio era atacar los abusos y vicios de la época haciendo a la Iglesia independiente. Por supuesto que, sin control alguno, los eclesiásticos siguieron en su mala conducta, e incluso la empeoraron. Hubo un nuevo movimiento de reforma, los llamados cistercienses, los monjes de la Orden del Císter, que fueron acaudillados por Bernardo de Claraval a inicios del siglo XII, quienes se transformaron en la punta de lanza de la renovación espiritual en aquellos años. Sin embargo, la filosofía de los cistercienses era un ultraconservadurismo que los llevaba a valorar la vida monacal por encima de la secular, y por ende, al orden feudal por sobre el orden de las nuevas comunas que estaban surgiendo. En términos sencillos, el Císter proponía volver a los buenos y viejos tiempos agrícolas para solucionar los males del presente. En vez de ser proactivos, reaccionaban con una mentalidad conservadora que iba a contrapelo de los tiempos.
En ese clima, los burgueses que se enriquecían rápidamente estaban ayunos de asistencia espiritual. La Iglesia Católica del siglo XII perdió contacto con las ciudades. Y este vacío que la Iglesia no pudo llenar, lo ocuparon solícitamente otros predicadores. Estos burgueses fueron el blanco de las prédicas de los cátaros, y con un éxito tan extraordinario, que pusieron en duros aprietos a la Iglesia.

QUIENES ERAN LOS CÁTAROS.
Los habitantes de las ciudades eran cada vez más ilustrados, y por ende, empezaron a tener acceso a los libros. Entre esos textos habían muchos rescatados de la Antigüedad, y que giraban no en torno al catolicismo estricto de la Iglesia Católica, sino en torno al pensamiento gnóstico de los filósofos antiguos. El contacto con oriente, en donde estas ideas se habían conservado en ciertas sectas heréticas como los bogomilos y los paulicianos, reforzó esto.
El catarismo es pues, en buena medida, un resurgimiento de gnosticismo en pleno corazón de Occidente. Los gnósticos pensaban que la materia era mala y el espíritu era bueno, y además, se consideraban a sí mismos como los puros y los elegidos, por encima de este mundo, en el cual reinaba la maldad, la codicia y las ansias de poder. Parte del mensaje era también un regreso al cristianismo primitivo, que se vivía en la pobreza y la caridad, lo que era un ataque directo contra los lujos de la Iglesia Católica. Uno de los puntos más conflictivos era la negativa de los cátaros a pagar el diezmo a los sacerdotes, lo que atacaba tanto a las finanzas de la Iglesia como al mismísimo orden feudal, que se basaba en la explotación del campesinado a través de impuestos y contribuciones personales (trabajo personal y servicio militar o corvée). Además, la propia Iglesia Católica, como institución "de este mundo", era cuestionada porque el propio Dios de los católicos era identificado con Satanael, el ángel rebelde contra el verdadero Dios, el de los cátaros. Ser cátaro era, por tanto, ponerse en pie de rebeldía social contra el viejo sistema que intentaba ahogar el crecimiento de las ciudades.
Debido a la idea de ser islas de luz en medio de una sociedad inherentemente maligna, los cátaros, que se llamaban a sí mismos "los perfectos", tendieron a organizarse de manera cada vez más estructurada. Llegaron incluso a elegir sus propios obispos, y se sabe que llegaron a elegir su propio antipapa, aunque éste, por razones comprensibles, tuvo que mantenerse en la clandestinidad.
El catarismo creció como la cizaña. De Provenza se propagó rápidamente hasta Alemania, en donde se detectaron núcleos heréticos en Colonia, e incluso en Italia hubo congregaciones cátaras, conocidas como los patarinos. Para la Iglesia, había llegado la hora de actuar.
Hubo repetidos intentos por parte de la Iglesia Católica para enviar predicadores y mensajeros. Pero éstos no consiguieron sintonizar con el espíritu ni el ambiente que se vivía en Provenza. Al fin, el Papa Inocencio III (1198-1216) perdió la paciencia. En un acto sin precedente alguno, decretó en 1209 la Cruzada contra los cátaros (antes, la Cruzada era sólo contra los infieles sarracenos, no contra hermanos cristianos, por muy heréticos que éstos fueran). Esta es conocida como la Cruzada Albigense, porque su principal objetivo era la destrucción de Albi, la ciudad de Provenza en la cual los cátaros eran más fuertes. Aunque lo más recio de la guerra se vivió entre 1209 y 1210, ésta duró varias temporadas, y los últimos núcleos cátaros fueron destruidos en fecha tan tardía como 1244. En esa fecha, los cátaros salieron casi por completo de la historia, y entraron en la leyenda. En cuanto a la Provenza, había quedado definitivamente arrasada, tanto, que el norte de Francia por primera vez pudo imponerse social y económicamente al sur. La cultura provenzal y su bello lenguaje de oc también fueron cercenados de raíz.

EL INFLUJO POSTERIOR DE LOS CÁTAROS.
No todo el éxito de la Iglesia Católica se debe al uso de la fuerza militar. Parte de éste se debe también a la figura de San Francisco de Asís, quien en las mismas fechas de la Cruzada Albigense comenzó a predicar doctrinas que tienen más de un punto en común con los cátaros, incluyendo una visión positiva de la vida, distinta a la deprimente concepción que de ésta tenían los cistercienses, y que por ende era más aceptable para los burgueses que miraban con confianza hacia el futuro. Puede decirse que los franciscanos fueron los primeros católicos que pudieron predicar el mensaje de la Iglesia a las nacientes ciudades. También se destacó Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de los Dominicos, a los cuales pronto se les encomendó una nueva institución, encargada de la represión sistemática de la herejía: el Tribunal del Santo Oficio, mejor conocido como la Santa Inquisición.
Hoy en día, conocer las ideas de los cátaros es difícil. La Cruzada Albigense fue tan mortífera en su labor destructura, que prácticamente ningún documento cátaro sobrevivió. Todos los testimonios que hay sobre ellos, se conocen por los testimonios de los cronistas católicos (es decir, del enemigo), o bien por las actas de los procesos por herejía contra los cátaros. Eso ayuda a reforzar el aura romántica de los cátaros, debido a que refuerza el carácter esotérico de sus doctrinas. Sin embargo, como hemos mencionado, las doctrinas cátaras no son realmente novedosas, y son en realidad una simple actualización del viejo gnosticismo grecorromano a los tiempos medievales.
En ese sentido, la magia del catarismo no viene de éste como doctrina en sí, sino de aquellas características que hacen al gnosticismo una doctrina tan agradable para muchos hoy en día. Debido a su noción de que existen los puros o elegidos por encima de todo el resto de la humanidad, los gnósticos pueden sentirse legitimados y superiores a todo el resto de las personas. Cayeron en esto los gnósticos de los tiempos grecorromanos, los cátaros de la Edad Media, y hoy en día los masones, los rosacruces o los charlatanes de lo esotérico, que son los herederos espirituales del catarismo. He ahí la fuerza de las ideas cátaras hoy en día, y también por qué los cátaros son pasto tan nutritivo para los charlatanes de lo religioso o lo esotérico.