20 abril 2006

BENEDICTO XVI: AÑO UNO.

El pasado 18 de Abril, Benedicto XVI cumplió su primer año de Pontificado. Por desgracia para la Iglesia Católica, el Panzerkardinal ha heredado algunos pésimos hábitos de su pasado, y ha insistido en una aproximación totalitaria y muy poco caricativa a la religión cristiana. El Ojo de la Eternidad aprovecha la oportunidad de hacer un balance de su primer año a cargo de la Iglesia Católica.

LA LLEGADA DE BENEDICTO XVI AL PODER.
El día 2 de abril de 2005 falleció Juan Pablo II, después de cerca de 26 años y medio de pontificado. Sin embargo, para mucha gente era evidente que Juan Pablo II hacía tiempo que ya no era Papa, o por lo menos, se esforzaba demasiado en serlo, cada vez más acorralado por las enfermedades degenerativas que lo acosaban. Surgieron entonces los inevitables rumores e intrigas por el tema de la sucesión. Los primeros síntomas de que algo raro pasaba, se produjeron cuando hubo orden interna dirigida a todos los cardenales, de no hacer declaraciones a la prensa en ningún sentido.
La elección del año 2005 fue histórica en un amplio sentido. Juan Pablo II había liderado exitosamente un movimiento tendiente a aplastar la obra del Concilio Vaticano II, y su largo pontificado había profundizado una noción autoritaria de lo que debe ser la Iglesia Católica. Pero en ese tiempo, el mundo había cambiado. La sociedad civil le perdía el respeto a la Iglesia de manera cada vez más acelerada. Se publicaban abiertamente libros sobre las diversas intrigas vaticanas, no sólo sobre aquellas de los pasados siglos, sino también sobre investigaciones relativas al oscuro fallecimiento de Juan Pablo I y las vinculaciones de los principales sospechosos a la Banca Vaticana y las finanzas de la alta política italiana. Además, una enorme revolución mediática se había producido. La principal fuente de información en la elección de 1978 había sido el periódico y la televisión. En 2005, había sido Internet. En ese sentido, lo poco transparente de la elección había quedado aún más de manifiesto, no porque ésta en particular lo hubiera sido por sobre las anteriores, sino porque ésta era mucho más visible para el mundo.
A diferencia de elecciones pasadas, la de 2005 no era entre un ala reformista "pro Vaticano II" y una conservadora, sino entre una conservadora moderada y una conservadora radical. En el largo papado de Juan Pablo II, la mayor parte de los cardenales reformistas y adeptos a una interpretación del Catolicismo social y mundana habían sido barridos, reemplazados por un Colegio Cardenalicio conservador, tridentino y ultramundano.
Por otra parte, Joseph Ratzinger había sido el ala derecha de Juan Pablo II durante muchos años. La elección de éste, bien conocido por su fanatismo religioso hasta el punto de haber sido bautizado como "Panzerkardinal" o "Rottweiler de Dios", no debería haber resultado una sorpresa.

LOS ANTECEDENTES DE RATZINGER.
No había nada de tranquilizador en el pasado de Joseph Ratzinger. Había vivido su niñez y juventud en la Alemania Nazi, e incluso había participado en las Juventudes Hitlerianas. Los adeptos de Benedicto XVI lo defienden señalando que dicha participación era obligatoria en aquel tiempo, y además fue de apenas un año, pero cuesta pensar que el virus del autoritarismo no pudo haberse inoculado por la presión social en aquellos años.
En los años siguientes, como sacerdote, Ratzinger era uno de los teólogos liberales, ubicado dentro del ala reformista de la Iglesia Católica durante el Concilio Vaticano II. Sin embargo, andando el tiempo, la observación de las revueltas de 1968 le provocaron vivo asco. ¿Acaso el puritanismo, el espíritu disciplinado, férreo y militar, o el autoritarismo asociados al espíritu germánico, hicieron efecto en él? Como sea, se volvió más conservador que los propios conservadores, y cuando Juan Pablo II le llamó a ser el encargado de controlar la Congregación de la Doctrina y de la Fe, sucesora de la Santa Inquisición, desarrolló una implacable persecusión de todos los elementos disidentes. Irónicamente, el Papa polaco que venía de un país asolado por los nazis, tenía como brazo derecho teológico a un antiguo nazi.

EL PRIMER AÑO DE BENEDICTO XVI.
Tanto el pasado de Benedicto XVI como su manera intrigante de llegar al poder, eran un seguro anticipo de lo que vendría. Y en ese sentido, el pontificado de Benedicto XVI ha sido casi completamente estéril en obras. Para decirlo más claro, Benedicto XVI se ha desgastado haciendo gestos hacia la platea, pero no ha hecho nada que pudiera ser considerado un bien para la Iglesia Católica, sus fieles, la defensa de los valores humanos, o la Humanidad en su conjunto.
Uno de los grandes desafíos que Benedicto XVI heredó de Juan Pablo II, era la modernización de la Iglesia Católica. Juan Pablo II había promovido una Iglesia abierta al mundo, consciente de la importancia creciente de los medios de comunicación, pero al mismo tiempo había reforzado el autoritarismo papal con la promulgación del Código de Derecho Canónico y el Catecismo de la Iglesia Católica. En ese terreno, Benedicto XVI no ha hecho absolutamente nada. Su pontificado ha sido de una inercia pasmosa, y por tanto, la Iglesia Católica sigue yendo hacia el desastre, con la creciente sangría de sacerdotes que vive todos los días.
Por otra parte, en los tiempos actuales conviven por una parte la pluralidad de ideas más grande que ha vivido la Humanidad desde sus comienzos, con el resurgimiento de toda clase de intolerancias y fanatismos de toda clase. En esto, Benedicto XVI también ha dado un paso hacia adelante y uno hacia atrás. Por una parte, ha intentado promover el ecumenismo teniendo conversaciones con representantes de otras religiones y grupos: con los anglicanos, con los lefevristas, con los ortodoxos, con los musulmanes. Sin embargo, éstas han sido meramente protocolares. En lo esencial, Benedicto XVI ataca con fuerza "el relativismo", su bestia negra, que él identifica con todo aquello que no se corresponde con la Iglesia Católica. ¿Qué clase de diálogo ecuménico o interreligioso puede nacer de aquí?
Tampoco ha sido un pontificado pródigo en grandes gestos. El caballo de batalla fue la reunión de Benedicto XVI con los jóvenes en Colonia. Sin embargo, de ella nada bueno puede salir. El discurso de Benedicto XVI en dichas jornadas fue todo lo fundamentalista que pudo ser, llamándolos a ser buenos y decentes, pero a la vez, dando a entender de manera sutil y ladina que eso era exactamente igual a ser un buen católico (¿acaso el agnóstico Einstein, el agnóstico Darwin o el agnóstico Carl Sagan eran malas personas o con su obra perjudicaron a la Humanidad...?). O sea, si esta reunión genera alguna clase de frutos, no pueden ser otros sino el fundamentalismo y fanatismo, el culto a la personalidad de presentar a Benedicto XVI igual que si fuera un rockstar. No insistiremos más, porque hablamos latamente sobre el particular en un posteo anterior.
Por otro lado está la primera encíclica, en donde pontificó sobre el amor. Sin embargo, la manera de hacerlo fue, cuando menos, curiosa, y en definitiva es un ejercicio de Teología bastante torcida, que dejó bien en claro que una cosa es hablar sobre el amor y la caridad, y por otro lado, ejercerla. También hubo un posteo anterior sobre el particular, así es que no insistiremos.
En definitiva, el primer año de pontificado ha sido todo lo anodino que se puede, lleno de pirotecnia y fuegos artificiales, pero sin ningún fruto concreto. O por lo menos, eso es lo mejor que cabe esperar, porque si surge algún fruto de todo esto, no puede ser otro sino el recrudecimiento del fanatismo religioso de los católicos, algo que no le hace ningún bien ni a ellos, ni al resto de la sociedad que tiene que convivir con ellos.

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