30 marzo 2006

JUAN PABLO II (3 DE 4): EL PAPA.

Con motivo de cumplirse el próximo 02 de Abril el primer año de la muerte del Papa Juan Pablo II, El Ojo de la Eternidad ha preparado una reseña biográfica de este influyente personaje. En la entrega anterior, repasábamos cómo ingresó al sacerdocio, y la manera en que afrontó éste. En la presente entrega, El Ojo de la Eternidad explica cómo su formación y convicciones le llevaron a afrontar la tarea del Papado.

ENTREGAS ANTERIORES:
Juan Pablo II (1 de 4): El polaco.
Juan Pablo II (2 de 4): El sacerdote.

WOJTYLA SE CONVIERTE EN JUAN PABLO II.
La década de 1970 fue en muchos sentidos una resaca de la anterior. El fuerte Juan XXIII falleció en 1963 y fue reemplazado por el vacilante Pablo VI. Bajo su Papado, los elementos conservadores y reformistas dentro de la Iglesia Católica empezaron a radicalizarse. No pocos sacerdotes "moderados", entre ellos el reformista Joseph Ratzinger, habían visto con espanto hacia dónde llevaban las reformas, con el horror propio de un déspota ilustrado que quiere darle reformas al pueblo, pero sin ceder nada de su posición principesca. Los reformistas comenzaban incluso a hablar abiertamente de conciliarismo y otras cosas que podían socavar la autoridad papal, y en medio de todo esto, los conservadores pudieron comenzar a trabajar tranquilamente en su contrarreforma. Este ambiente está bien reflejado, paradojalmente, en el cine, y en concreto, en el contraste de dos películas que van muy a tono con los tiempos. La primera de ellas es "El Evangelio de Mateo", de Passolini, filme en blanco y negro y con pobreza de recursos, que enfatiza los aspectos sociales del mensaje cristiano, y que está dedicado a Juan XXIII. El segundo filme es el "Jesús de Nazaret" de Zefirelli, filmado con derroche de recursos, pobre de ideas, y que presenta a un Jesús distante, frío y ultramundano. El primer filme es de 1965, año de la clausura del Concilio Vaticano II. El segundo es de 1977, un año antes del fallecimiento de Pablo VI.
Pablo VI falleció en 1978. Su sucesión está envuelta en misterios. Su sucesor, Albino Luciani, dio a entender que quería fusionar lo mejor de ambos papados anteriores, el del reformista Juan XXIII y el del conciliador Pablo VI, y se hizo llamar Juan Pablo. Pero Juan Pablo I, "el Papa de la sonrisa", falleció repentinamente tras 33 años de pontificado, generando sospechas nunca bien aclaradas. ¿Intentó acaso llevar el reformismo demasiado lejos? ¿Se metió con la política italiana, con la Mafia italiana, o acaso con el Banco de Roma...? Sea como fuere el nuevo Papa, Karol Wojtyla, era cualquier cosa menos un reformista. Adoptó el nombre de Juan Pablo II, quizás para afirmarse como un continuador de Juan Pablo I, pero en ningún caso fue un continuador de las políticas de Juan XXIII, ni un hombre lábil como Pablo VI.

EL GOLPE DE TIMÓN.
Juan Pablo II era toda una sorpresa. Era el primer Papa no italiano en cuatro siglos y medio. Era el primero en llegar desde la órbita comunista. Era el Papa más joven en asumir en cerca de un siglo (tenía 58 años). Y no era el papabile más esperado de todos.
Juan Pablo II tenía las ideas claras, y era un hombre de acción. De ahí que su Papado haya sido tan decisivo. Su ideario era bastante simple. La Iglesia Católica había hecho bien en la politica de aggiornamiento del Concilio Vaticano II, abandonando las misas en latín y abrazando las peculiaridades religiosas de cada comunidad, pero no hacía bien en abandonar la substancia del autoritarismo papal, de manera que se insistiría en cambios en la forma, pero se volvería a la tradición en el contenido.
Juan Pablo II podría haber convocado a un nuevo Concilio para discutir todo esto, pero no era un hombre de formación demócrata. El hijo de militar, el oprimido por el Tercer Reich, el artista con rasgos de egocentrismo, afloró como un fiero dictador que arremetió a la primera oportunidad contra los reformistas. Viajó a América Latina en 1979, y en la Declaración de Puebla (en México), expuso sus nuevas ideas. Lo hizo con astucia: siguiendo el ejemplo soviético que tan bien conocía, hizo suyas las banderas de reivindicación de los obreros, los indígenas y los oprimidos, y se las arrebató a la marxista Teología de la Liberación. Luego, todos los teólogos críticos al Papado fueron violentamente acallados. A Hans Küng y otros más, se les prohibió enseñar en establecimientos educaciones eclesiásticos, e incluso se les mandó a acallar bajo amenaza de excomunión. En esta labor de limpieza de todos los enemigos de la fe, tal y como él la entendía, recibió una gran ayuda de Joseph Ratzinger, actualmente Papa Benedicto XVI, quien fue prontamente apodado como "Der Panzerkardinal", el "Cardenal Panzer", por su ascendencia alemana y métodos germánicos de imponer el orden.
Al mismo tiempo, se dedicó a un arduo trabajo de reorganización al interior de la Iglesia Católica. El primer resultado de ello fue el nuevo Código de Derecho Canónico, promulgado en 1981. La idea principal que recorre este Código, es la afirmación absoluta y suprema de la autoridad papal. Luego de lo cual, toda la doctrina católica fue revisada íntegramente, a fin de acomodarla a esta violenta contrarreforma. El resultado de ello es el Catecismo de la Iglesia Católica, publicado en 1992, que junto con el Código forma un todo orgánico, desde el punto de vista de la ideología católica: el Catolicismo contiene la parte teórica y doctrinal, mientras que el Código contiene los mandatos prácticos y normativos. Leerlos por separado es un absurdo: cada uno de los dos es la mitad de un modelo de Iglesia Católica fuertemente autoritario y jerárquico, hecha a imagen y semejanza de un Papa procedente de un país en donde el Catolicismo se practica a la manera medieval, hijo de un militar, enemigo de toda manifestación emocional que no se despliegue por los canales institucionales correspondientes (sexo dentro del matrimonio, etcétera), y fuertemente condicionado por un ánimo que puede ser calificado sin problemas como de "nacionalismo revanchista".

EL ESPIRITUALISMO Y EL CULTO MARIANO.
Como Papa, Juan Pablo II promovió una visión espiritualista y ultramundana del Catolicismo. No es que no le preocuparan los problemas sociales del aquí y el ahora, pero lo hacía en la dosis justa para dejar sin bandera de lucha a la Teología de la Liberación, por una parte, y por otra, subordinaba los problemas sociales a la búsqueda de la espiritualidad. Su encíclica "Centesimus Annus" (1991), sobre los cien años de la decisiva encíclica "Rerum Novarum" que en 1891 inaguró la doctrina social de la Iglesia, no es sino un pálido reflejo de lo que eran las encíclicas sociales de Juan XXIII. Sintomáticamente, en el sitio web del Vaticano están disponibles actualmente las encíclicas de Juan Pablo II sobre el particular, pero no las de Juan XXIII...
Este espiritualismo, Juan Pablo II, el hombre que siendo Karol Wojtyla había perdido tempranamente a su madre, lo volcó en el Culto Mariano. Después del atentado contra su vida, efectuado por Ali Agca en 1981, atribuyó sin reservas su salvación a la intercesión de la Virgen, lo que no es otra cosa sino una capitulación ante su propia necesidad emocional de sentirse protegido por una presencia femenina maternal en su vida. Juan Pablo II se convirtió en adalid de un feminismo pasivo, en donde la mujer tiene que ser sumisa al hombre, la mentalidad clásica de la Iglesia Católica arcaica que, por cierto, es parte de la atmósfera espiritual polaca en donde se formó Wojtyla.
De esta manera, el círculo se cierra. Juan Pablo II había traído los usos y costumbres del Catolicismo de su Polonia nativa al Vaticano, pero no se daba cuenta de que el mundo hacía rato que había abandonado la mentalidad y atmósfera medieval. Algo que para un hombre autoritario, acostumbrado a mandar y obedecer, y que ahora no tenía que obedecer a nadie, no tenía la menor importancia.

(LA CUARTA ENTREGA Y FINAL DE ESTA SERIE, "LA SUPERESTRELLA", SERÁ PUBLICADA EL PRÓXIMO DOMINGO 02 DE ABRIL EN EL OJO DE LA ETERNIDAD).

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