02 marzo 2006

IRAK AL BORDE DE LA GUERRA CIVIL (OTRA VEZ).

Un antiguo dictador derrrocado. Un ejército de ocupación integrado por "infieles". Un país desgarrado por dos ramas de una misma religión. Una etnia rebelde en las montañas del norte. Y un pasado político y religioso como peón de las grandes potencias asiáticas y europeas. La crisis religiosa de Irak que amenaza desembocar en guerra civil era algo anunciado. Tanto, que El Ojo de la Eternidad ya había reporteado sobre el particular. El Ojo de la Eternidad repasa algunas claves para entender la crisis religiosa que se vive en dicho país.


[IMAGEN SUPERIOR: Mezquita en Samarra, ciudad de Irak. Fue precisamente en dicha ciudad en donde ocurrió el atentado que amenaza con precipitar a Irak en una sangrienta guerra civil de religión].

UNA TRAGEDIA ANUNCIADA.
No es algo para enorgullecerse, el acertar en lo relativo a malos augurios, pero el desastre que significó el atentado contra una mezquita en Samarra, es algo que habíamos anunciado hacía varios meses, en El Ojo de la Eternidad. De hecho, dedicamos al menos dos artículos que tocaban incidentalmente el tema: "El lío religioso que se cocina en Irak", y "Los chiítas: Los rebeldes del Islam". Pero como parece que en Irak nadie lee El Ojo de la Eternidad, no está de más repasar lo que está ocurriendo allá, y que no es sino la desafortunada coincidencia de un cúmulo de problemas históricos y religiosos jamás bien resueltos, y que ahora siguen pasando su trágica factura en costo de vidas humanas y pérdidas materiales.
De partida, la idea tan vaquera de George W. Bush de declarar la guerra a Irak, invadirla, derrocar a su dictador e instalar un ejército de ocupación era, en el mejor de los casos, ingenua. No es que Saddam Hussein fuera un tipo agradable o simpático, pero debido a la complejísima situación geopolítica de Irak, sumado al virulento antioccidentalismo que se vive en el mundo islámico, esa empresa era justamente algo similar a meterse en camisa de once varas. En esa trágica invasión, sobre cuya ilegitimidad nunca se ha insistido lo suficiente (hecha en base a pruebas falsificadas y evidencia insuficiente, y pasando por alto al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas), está la semilla de los grandes males pactuales para el pueblo iraquí.

ESA CURIOSA ENTELEQUIA POLÍTICA LLAMADA "IRAK".
Irak se asienta en lo que antiguamente se llamaba Mesopotamia, una franja de terreno cultivable entre los ríos Tigris y Eufrates que desde antiguo fue presa codiciada para todos sus vecinos, los beduinos del desierto al sur, y los montañeses de las cordilleras al norte. Como resultado, la historia de dicho territorio es una larga y muchas veces monótona seguidilla de invasiones. Una de esas tantas invasiones se produjo cuando los musulmanes irrumpieron en territorios del Imperio Sasánida (un imperio de religión zoroastriana que controlaba lo que actualmente es Persia), y lo hicieron parte de sus dominios. No habían pasado ni una decena de años, cuando los victoriosos musulmanes se dividieron en una sangrienta guerra civil. En ella se enfrentaron dos elementos. Uno de ellos fue un grupo tradicionalista y ultraortodoxo, los chiítas, quienes sostenían que la misión de conservar la palabra del Profeta Mahoma recaía en sus descendientes sanguíneos. Eran por tanto seguidores de Alí, califa que había contraído matrimonio con Fátima, hija de Mahoma. El otro grupo, los sunitas, buscaba adaptar el Islam a la nueva realidad política musulmana, creando para ello la Shariah (la ley islámica paralela al Corán, e inspirada en éste), y se habían amparado en la Casa Omeya. Los chiítas fueron derrotados en toda regla y se convirtieron en un montón de facciones revoltosas minoritarias, mientras que los omeyas sunitas tomaron el control y ya no lo soltaron más. Los chiítas siguieron siendo minoría en todo el mundo islámico hasta que casi un milenio después, en el siglo XVI, un caudillo persa rebelde llamado Ismail Safaví creó un imperio chiíta en Persia, y exterminó a la mayoría sunita en sus dominios por medio de persecusiones y conversiones forzadas.
En el siglo XIX apareció en escena el colonialismo europeo. Irak había caído mientras tanto en manos del Imperio Otomano, el cual, a pesar de estar en estado agónico, era mantenido por el juego político de las superpotencias (concretamente era apoyado por Inglaterra, para impedir que Rusia saliera al Mar Mediterráneo). Pero en la Primera Guerra Mundial, los otomanos apoyaron al Eje, razón por la que los británicos le dieron entusiasta apoyo a un famoso líder llamado Thomas Lawrence, mejor conocido como Lawrence de Arabia, para promover la rebelión. Como consecuencia de todo esto, el Imperio Otomano fue desmembrado, y el antiguo territorio de Mesopotamia, que no había sido en verdad nunca independiente de sus turbulentos vecinos, obtuvo una independencia como estado nacional, cuando en verdad nunca había existido una nación allí. Con lo que empezaron los problemas.
Después de una abigarrada historia política, el poder cayó en manos de un dictador secular llamado Saddam Hussein. A diferencia de la caricatura del líder fundamentalista musulmán vociferando con el Corán en la mano, Hussein intentó crear un estado secular moderno (aunque no democrático). Para ello se apoyó fundamentalmente en la minoría sunita, en desmedro de la mayoría chiíta, fuertemente más fanática, a la que persiguió con saña. Eso, hasta que su caída le dio una nueva oportunidad a la intransigencia chiíta.

¿RECONCILIACIÓN ENTRE CHIÍTAS Y SUNITAS?
La dinámica entre sunitas y chiítas es la propia entre cualquier mayoría moderada y una minoría fanática, debido a su propio historial político y religioso. Como decíamos, los sunitas creen en el Corán, pero también en la llamada "tradición" (Sunnah), la que aparece regulada en la Shariah. Los chiítas, por su parte, son rígidamente apegados al Corán, y consideran a la Sunnah como una tergiversación, incluso una falsificación, del verdadero sentido del Corán. Es la misma diferencia entre los católicos que ponen la Tradición de la Iglesia al lado de la Biblia, y los protestantes que sólo otorgan valor a lo que está en las Sagradas Escrituras. Por otra parte, los sunitas tienen una relación mucho más laxa con la religión (aparte de grupos exaltados, que los hay en todas partes), ya que su principal autoridad religiosa, el Califa, ha dejado de existir hace mucho tiempo atrás, y el liderazgo religioso se ha desplazado a los ulemas, los doctores de la ley, que interpretan el Corán y la Sunnah según un parecer de estudiosos. Los chiítas, por el contrario, consideran que la tradición coránica se ha mantenido a través de los descendientes del Profeta, los llamados imanes. Como hacia el siglo IX el último imán oficial ha desaparecido, los "imanes ocultos" y "mahdies" han florecido después como setas bajo la lluvia, encontrándose por tanto los chiítas repartidos entre múltiples sectas, seguidoras cada una de ellas de un ayatollah distinto, que dice obrar en nombre de algún imán oculto.
En ese contexto, es claro que no puede haber una reconciliación entre chiítas y sunitas. Aunque ambas son facciones musulmanas, lo cierto es que son demasiado diferentes entre sí como para congeniar. Ninguna de ambas ramas del Islam ha sido educada en una tradición democrática, sino en una de respeto a la religión oficial, la que no se entiende como una rama separada y aislada del resto de la vida social, sino como un todo armónico e integrante con la misma. Lo que acarrea el siguiente problema: ¿debemos aplicar de manera rígida y literal el Corán a la vida social (la solución chiíta), o debemos hacerlo de manera armónica con las actuales circunstancias mundiales (la solución sunita)? Es como el problema del aborto y de las células madres en Occidente: si se tiene una postura religiosa al respecto de tipo "aborto es asesinato", es imposible llegar a transar una ley en el libre juego democrático que permita aborto en ciertas condiciones, y en ciertas otras condiciones no.

¿DEMOCRATIZAR IRAK?
Si George W. Bush y sus halcones en la Casa Blanca hubieran tenido a la vista todos estos antecedentes, es claro que se la hubieran pensado dos veces antes de invadir Irak. Odiaban a Saddam Hussein porque necesitaban un fantoche al que calificar de "enemigo del mundo civilizado", pero olvidaron que Hussein era lo único que detenía el avance chiíta en la región, imparable desde que en Irán (la antigua Persia) los chiítas se hicieron con el poder en 1980, depositándolo en las manos del ahora fenecido Ayatollah Jomeini. Al invadir Irak, se crearon una imagen de "enemigos del Islam" que vino muy bien a las facciones radicales de Irán, quienes consiguieron llevar al poder a un primer ministro que se ha entretenido tratando de montar un programa nuclear para Teherán, presentándose como un reivindicador de la tradición musulmana, al tiempo que niega el Holocausto y trata de borrar a Israel para siempre del mapa.
Al mismo tiempo, al derrocar a Saddam Hussein e imponer un ejército de ocupación, han tenido que crear un complejo sistema político en Irak, en donde los equilibrios entre chiítas y sunitas queden cuidados de la mejor manera posible. Y esto quiere decir que nadie está contento en Irak. Los sunitas son una minoría asociada con el odiado régimen de Hussein (odiado por cruel, y odiado por secular) y el sistema no ofrece suficientes garantías para impedir una eventual masacre. Los chiítas sostienen que no hay suficiente democracia, porque si la hubiera, llegarían a las urnas en número abrumador y exterminarían sin problemas a la minoría sunita. Y en medio de todo eso está la etnia kurda, que desde hace una década viene manejándose como quiere en el Kurdistán irakí, y que no está dispuesta a regresar al redil irakí. Algo que no le gusta ni a Estados Unidos, ni a Siria, ni a Turquía, ni a Irán, ya que implica cercenar territorios de estos últimos tres países, y crear un nuevo foco de inestabilidad en la región. Después de todo, los kurdos quieren su propia libertad para exterminar a los irakíes que viven en el Kurdistán.
En medio de todo esto, era cuestión de tiempo antes de que algún exaltado hiciera detonar una bomba en una mezquita de la facción contraria. En estos días, la violencia religiosa ha crecido y crecido, y las bombas se han cobrado cada vez más muertos. Estados Unidos está entrampado en la jaula que ellos mismos se construyeron, y ahora no pueden salir, porque son la única garantía de algo parecido a la paz en el territorio irakí. Por desgracia, esta es la clase de zapato chino que admite sólo una respuesta posible como solución: el derramamiento de sangre a raudales. Lo que por cierto ayudará a consolidar las odiosidades que existen desde siempre entre sunitas y chiítas.

No hay comentarios.: